miércoles, 12 de enero de 2011

Uno de mis Cuentos Fábulas

LOS PECECILLOS TRAVIESOS.

En todos los mares y océanos, hace mucho, mucho tiempo existían unos pececillos llamados Zoris.

Eran muy traviesos y quisquillosos, siempre estaban molestando a todo el que se encontraba a su alrededor.

Un día el Zoris Amazul, llamado así por su color amarillo y azul, se encontró con un corpulento pez espada llamado Espadón y le preguntó:

• ¿Dónde esta espadìn?.

Él le respondió:

Jugando con su primo Martillín.

¡Imposible!, Martillín está con su padre cortando algas para el invierno. ¿No estará en la playa de las esponjas?.

• ¡Creo que si!. ¿Por qué?.

Porque el pez del tiempo aseguró, que por esa zona habrá fuertes corrientes submarinas.

Espadón nervioso y asustado aleteó con todas sus fuerzas en busca de su pequeñín.

Mientras, Amazul reía sin cesar.

Cuando Espadón llegó a la playa vio que todo estaba normal hacía un tiempo fenomenal. Y dijo:

• ¡Estoy confundido, los pimientos me parecen pepinillos!.

Recordó que Amazul, era uno de los más traviesos y mentirosos Zoris.

El Dios de todas las aguas, a petición de todos los animales del océano y el mar, los reunió para hablar con ellos. Y les Dijo:

• Pequeños Zoris, todos vuestros compañeros se quejan de vuestra conducta traviesa.

Deberíais comportaros mejor.

Paso el tiempo, pero no hicieron caso al consejo, continuando con sus pesadas y molestas bromas.

Otro día el Zoris Grisnarán, llamado así por su color gris y naranja como os podéis imaginar, puso un hierro al azul vivo. Cualquiera que tocaba un hierro así, se tiraba los menos quince minutos dando tiritones; y convenció al tiburón para... :

• ¡Eh! Amigo. ¿Podrías alcanzarme ese hierro?. Es el último que me queda para terminar la ventana de mi cuevecilla.

• ¡Si!, ¿cómo no, pequeñín?.

Le respondio complaciente el tiburón.

Al tocarlo, se puso blanco como el hielo y se marchó murmurando enfadado:

• ¡Estoy harto de estos Zoris, hacen que las olas las vea de colores!.

Los compañeros se volvieron a quejar suplicando de nuevo:

• ¡Por favor soluciona ya tan molesta pesadilla!.

Dios volvió a escuchar sus suplicas y los volvió a reunir, pero esta vez enfadado y de mal humor:

• ¡Mirad y escuchad!.


Exclamó:

• Cuando levante la mano, que cada uno nade al lugar que más le guste.
Así lo hicieron, creyendo que de un juego se trataba, y una vez que estaban todos en su sitio preferido, se convirtieron en unos animalillos que apenas se podían mover.

Vivieron así siglos y siglos. En todo este tiempo sólo pensaban en como podrían de nuevo hacerse notar. Se las ingeniaron para conseguir convertir sus transparentes y coloridas escamas en afiladas púas, como si de pelos se tratara.

Cuando se acercaba cualquier ser a ellos, les pinchaban se reían, le hacían burla y alguna que otra rabieta. Incluso una vez se atrevieron a pinchar al mismo Dios, que en su enojo los hizo comestibles para algunos seres del mar.

Así aparecieron los hoy conocidos erizos de mar.

En la orilla un pelícano de aspecto tranquilo y bonachón, susurró al son de las olas y las hojas de un viejo árbol:

• Que fastidio, los Zoris lo ricos que eran de comer y ahora estos negros erizos no hay quién los pueda roer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario