lunes, 21 de febrero de 2011

Otro de mis Cuentos Fábulas

EL ABUELO BUHO.

Era el tiempo en que las aves emigraban hacia otras tierras más cálidas, esforzándose por un nuevo hogar. Durante el viaje, paraban, ¡cómo no!, en los lugares más acogedores, aprovechando el momento para descansar y recuperar las fuerzas perdidas. Hablaban la cigüeña con el búho, el búho con la cigüeña, la cigüeña con la golondrina.

Un día el búho observó la lluvia y vio crecer el caudal del río y como se empapaba la tierra con sus gotas cristalinas, y se preguntó:

-. ¿Por qué lloverá hacia abajo?

No supo responderse, ni tampoco supo responderle ninguno de sus compañeros.

Voló y voló hacia las blancas nubecillas, intentando encontrar una solución.

-. ¿Por qué será?.

Se volvió a preguntar.

Al cabo del tiempo lo comprendió:

Porque... la tierra no es el cielo.

Y exclamó con gran satisfacción:

-. ¡Si llueve hacia abajo es... porque es más bonito y mejor!.

Más tarde sus compañeros le invitarón a continuar el viaje, pero él les respondió:

-.Queridos amigos, continuad sin mí; he decidido vivir aquí.

Desde entonces, eligió un hogar fijo y comenzó a investigar la sabiduría de la Madre Naturaleza.

Todos los años, cuando llegaba la época de emigrar, era visitado por sus compañeros y le preguntaban sobre tal o sobre cual.

Un año al pasar las golondrinas, dijo una de ellas:

-. ¡Eh compañeras, bajemos a ver al abuelo búho!..

Algunas respondieron:

-. ¡Hace buen tiempo y lo podríamos aprovechar!.

Otras contestaron:

-. ¡Sí, bajemos y así también podremos descansar!.

Cuando el búho las vio, se alegró y se puso muy contento. Lo dejó todo y las abrazó con sus fuertes y plumadas alas.

Más tarde, la golondrina mayor le comentó:

-. El otro día cuando pasé por la Sierra del Norte, vi a siete perros cazadores y a dos jabalíes; éstos entre los matorrales, y le dijo uno al otro:

-. ¡Calla!, son los perros cazadores.

Pensó rápidamente y le volvió a susurrar:

-. ¡Escucha!, cuando yo salga corriendo, tú esperas un momento y cuando vayan tras de mí, tu corres en otra dirección .

Así lo hicieron. Los perros cazadores al ver al primer jabalí, salieron todos tras de él, tropezaron entre si y cayeron lastimándose contra las piedras, ramas secas y una casual lata de sardinas.

Más tarde se volvieron a encontrar los dos amigos, disfrutando de un suculento y sabroso festín de tiernas bellotas.

-. No comprendo como pudieron huir, entre tanto perro audaz.

Dijo la golondrina.

El búho la miró con una mirada limpia y sencilla y le dijo:

-. De ahí puedes deducir, que la multitud aveces puede confundir y que un buen compañero, siempre es una gran ayuda en los momentos difíciles.

La negra golondrina quedó pensativa y en silencio. Para más tarde responder:

-. ¡Entiendo!.

A la mañana siguiente se despidieron todas las pequeñas golondrinas y continuaron el camino que aún les quedaba por recorrer.

Unas semanas después aparecieron las cigüeñas como puntos en el cielo azul. La más pequeña sonrió y dijo:

-. ¡Eh amigas!, hagamos una visita a nuestro buen amigo, me gustaría hablar con él.

Hicieron el correspondiente y amistoso saludo y más tarde comenzaron a conversar.

La pequeña cigüeñilla volviendo a sonreír, le dijo al sabio amigo:

-. La otra noche cuando pasábamos por el Mar de Rocoterra, vi una estrella que se encendía y apagaba. ¿Sabrías decirme por qué?.

El le respondió:

-. En el Universo hay muchos astros que nos vigilan, son como ojos de nuestro Creador. Algunos coquetos y juguetones van guiñando el ojo para provocar nuestro corazón, y miremos las grandezas que nos ha regalado el buen Dios.

La cigüeña miró cálidamente, guiñó sus pequeños ojos y se despidió al igual que las demás.
A la mañana siguiente reanudaron su viaje sin pereza y sosegadas, pero la pequeña cigüeña sin saber por qué razón, viajaba más feliz y veloz.

Y así, pasaba el tiempo día tras día. El paciente búho continuaba con sus estudios sobre el hermoso y frondoso bosque.

Para finalizar me dijo a mí:

-. Si en algún momento tienes un problema que no le encuentras solución, piensa en mí. Coméntaselo a alguno de mis amiguitos, la mariposa, el gorrión, el ruiseñor o a cualquier otro y pronto tendrás contestación. Seguro que te sentirás mucho mejor.

Más tarde, con los ojos cansados y aleando cariñosamente se despidió diciendo:

-.¡ Que seas feliz!.

Pero recordad si todos fueramos felices, pobrecillas las perdices.


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